1812
Ocurre aquí y básicamente en todas partes: el que trabaja no quiere identificarse como trabajador.
– ¿Dónde está el problema?
… Puede estar en la mismísima clasificación.
La propia definición de clases sociales, que resulta de la clasificación entre derecha e izquierda, es el error. A partir del Manifiesto Comunista de 1848 se impuso la dicotomía burgueses y proletarios, la que de alguna manera llega hasta nuestros días. Teniendo en cuenta que la posición más elevada será condición aspiracional, era de esperar que con el tiempo más y más trabajadores se identificaran simbólicamente con la burguesía, viendo en esa categoría un desiderátum (aspiración).
El resultado final es la fractura de la categoría social fundamental, que es la categoría de pueblo. Al imponerse un esquema de clases, naturalmente la mayoría de los individuos van a desear querer ser o vivir como la clase mejor, aunque estén lejos de ello.
Así, la pérdida de identidad de clase, aunque certera, existe sólo si percibimos la división de la sociedad en clases. Y eso es justo lo que no hay que hacer si lo que se quiere es la unidad popular, no hay que dividir.
Si dividimos la sociedad en clases, se construye una competición simbólica en la que todos van a intentar asemejar su modo de vida al de las élites, aunque sean gobernados y no gobiernen, aunque sean la clase que vampirizan las élites, de donde sustentan su posición dominante y riqueza. El error es obviar que allí donde el hombre vea la división va a tender a ubicarse en lo simbólico del lado que socialmente se considere más deseable.
¿Cómo se resuelve el problema?
Suprimiendo la división estableciendo la categoría de pueblo, a la que pertenecemos todos salvo una ínfima minoría, multinacionales, banca… Si son de los malos, ahora Rusos y pronto Chinos, son oligarcas, si son buenos (occidente colectivo), son emprendedores.
Y como no hay forma de llegar a ser oligarca, solo podrían aspirar a serlo una ínfima parte. Trabajadores y empresarios van a ubicarse naturalmente en la categoría de pueblo, ahí está la unidad popular tan anhelada.
La lucha de clases es lo propio de los liberales y de los socialistas, es una cosa del siglo XIX. El futuro es la unidad popular alrededor del interés nacional, que es el interés de todos, como ya se definía en el artículo 13 de la constitución española de 1812.
El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.
Constitución española de 1812, capítulo III: Del gobierno, artículo 13
Conviene atender a la naturaleza humana, eso es lo que somos.