El arte de la «maquinación histórica». Silencio obligado: Israel
La vocación de maquinar planes que dirijan el curso de la historia es tan vieja como la vida misma, y los Estados Unidos la elevaron al rango de responsabilidad profesional a partir de su entrada en la primera guerra mundial.
En Occidente, existe mucha bibliografía —en gran parte, fraudulenta— que denuncia con desdén a los apologistas y supuestos apologistas de la Unión Soviética, sin embargo, casi no se ha investigado la reacción más común: el silencio y la apología de los crímenes de nuestro país y sus estados clientes y lacayos.
El ejemplo de Israel es singularmente explicativo, desde que la demostración del poder israelí en 1967 despertó unas alabanzas y una devoción que aún no se han extinguido entre los intelectuales estadounidenses.
Las elaboradas campañas de difamación, dirigidas contra los que no satisfacen las exigencias de los fieles, tampoco son nada nuevo. El efecto pretendido, como en otros lugares, es el de intimidar a los críticos y allanar el terreno para el recurso a la violencia.
Israel puede estar tranquilo; mientras sea considerado un «valor estratégico», seguirá siendo «el paradigma de la respetabilidad», según lo llamaba el New York Times cuando las atrocidades israelíes en los territorios ocupados alcanzaron un grado tan brutal que los medios llegaron incluso a prestarles atención (década de los 80):
«… en su lucha por mantener el orden, las fuerzas de defensa israelíes han recurrido en ocasiones a un uso excesivo de la fuerza… Sin embargo, no hay duda de que esos incidentes deben atribuirse a la inexperiencia del ejército israelí en el control de los disturbios y otras funciones policiales, así como a la frustración que sienten los policías israelíes cuando se enfrentan a jóvenes palestinos que les lanzan piedras y cócteles molotov»
Los apologistas de esta especie, han prestado sus servicios durante veinte años con miras a dotar de autoridad una represión cruel y una humillación incesante. Se ha alcanzado ya el nivel de los pogromos: los soldados entran por la fuerza en las casas, destrozan los enseres, parten los huesos a sus habitantes y matan a palos a simples adolescentes después de arrastrarlos a la calle; la violencia de los colonos se ejerce con plena impunidad; y lo mismo sucede con los suplicios colectivos, la deportación y el terrorismo sistemático por orden del Ministerio de Defensa.
Siempre ha habido (y habrá) algún Elie Wiesel con la función de asegurar al lector que no se producen más que unas pocas «excepciones lamentables, pero corregidas inmediatamente por las autoridades israelíes», a la vez que se censura acremente el delito realmente execrable: que la opinión pública condene las atrocidades israelíes.
Nos describe los «ojos soñadores» de los soldados de Israel; ¿quizá son los mismos que habían sido descritos, pocas semanas antes, por los reservistas que volvían de los territorios palestinos?
Estos reservistas noticiaron los «actos de humillación y violencia contra los habitantes palestinos, que se han convertido en una costumbre y prácticamente nadie procura impedirlos», incluyendo «actos ignominiosos» que pudieron contemplar en persona, mientras las autoridades militares miraban hacia otra parte
O tal vez Wiesel estuviese pensando en los soldados que capturaron a un chaval de diez años y, cuando este se negó a dar los nombres de otros niños que hubieran tirado piedras, se pusieron a «reventarle la cabeza», dejándolo «como un bistec» (en palabras de los mismos soldados), y luego golpearon igualmente a su madre, que intentaba protegerlo, para fijarse solo entonces en que el niño era sordomudo y retrasado.
Eso «no preocupó» a los soldados, según afirmó más tarde uno de los participantes, y el jefe de sección les ordenó que siguieran de una vez con la faena, porque «no tenemos tiempo para jueguecitos». O quizá la observación de Wiesel quiera hacernos ver que «la imagen de un soldado israelí pateando a una anciana árabe ya no es noticia»,
Vista la dispensa, Israel es libre de usar la colosal ayuda de los Estados Unidos para enviar a su ejército a dirigir operaciones regulares como las descritas en la prensa israelí. Por las mismas fechas en que aparecieron las reflexiones de Wiesel sobre las «excepciones lamentables»
Como impedir, el abastecimiento de los campos de refugiados, en los que hay una «carencia grave de alimentos». O como golpear tan brutalmente a los prisioneros jóvenes que el médico militar del campamento de prisioneros de Ansar se negó a admitirlos; uno de ellos fue «golpeado hasta quedar sin sentido durante más de una hora y media, rodeado de soldados, sin recibir ayuda médica», luego fue «arrojado» desde el jeep en el camino del hospital y finalmente «apalizado brutalmente» por segunda vez.
O como forzar la entrada en una casa, arrastrar lucra a un niño de siete años que se escondía debajo de la cama y entonces «aporrearlo salvajemente delante de sus padres y familiares», luego apalear al padre y al hermano porque no habían revelado el escondite del niño, mientras el resto de los hijos gritan histéricos «y la madre no puede calmarse porque se le ha ordenado que no se mueva».
O como apalizar sin compasión a críos incluso de cinco años, a veces entre tres y cuatro soldados, ayudados de las porras, «hasta partirles las manos y las piernas», o rociarlos con gas directamente en los ojos.
Esta es la suerte de historias de terror que cuentan los soldados que regresan del miserable campo de refugiados de Jabaliya, en el cual el ejército ha conseguido «terminar con ellos», de forma que están «totalmente machacados, débiles, exhaustos»
Arrastrar a un niño de entre doce y quince años por encima de un alambre de espino, «para herirlo» a la llegada de los presos a la cárcel de Dahariya, mientras un oficial lo observa, sin reaccionar; o apalear cruelmente a los prisioneros en formación de marcha con porras, tubos de plástico y anillas, mientras el oficial al mando lo contempla; «los autobuses de Israel se han convertido en cámaras de tortura»
O almogavarear por Jericó, forzando las casas, humillando a los residentes, golpeándoles como bestias. O «desbocarse como locos homicidas» por el campo de refugiados de A nutrí, «tirando las puertas, violentando las casas, destrozando las propiedades y apalizando a los habitantes, incluso a los niños», para apalear luego al conductor de una ambulancia que venía a socorrer a los heridos, después de haberlo arrastrado por el suelo.
O recluir a un prisionero «en perfecto estado de salud» y devolverlo «sordo y paralítico»
Existen numerosas variantes. Willy Shlap, comandante de una tropa de élite, ha descrito lo que vivió en su primera semana en el campo de refugiados de El Burij, cerca de Jabaliya. Su unidad se encontró a un niño de once años lanzando una piedra, y lo llevó a su casa, donde se ordenó a su padre que le pegara. El padre le soltó un bofetón, pero el oficial gritó: «¿A eso le llama pegarle? ¡Que le pegue le digo! ¡Que le pegue!»; la tensión creció hasta hacerse insoportable y el padre «se puso histérico», comenzando a apalear al hijo desaforadamente, golpeándolo contra el suelo y pateándole el costillar con todas sus fuerzas, hasta que los soldados se quedaron, aparentemente, satisfechos.
Cuando la brutalidad subió aún más de grado, en el verano de 1988 (es decir, cuando se publicaron las reflexiones de Wiesel), el Jerusalem Post informó de que, según los trabajadores del UNRWA (Organismo de Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Medio) y los médicos de los hospitales, las víctimas del cruel incremento de la violencia fueron sobre todo «hombres de entre quince y treinta años», pero durante las semanas anteriores las clínicas habían «tratado también a 24 niños y cinco niñas de unos cinco años o menos», así como a muchos otros niños; por ejemplo, un niño de siete años «con el riñón sangrando y señales de haber sido apaleado». Los soldados golpean, patean y apalean regularmente a niños, según el testimonio de los médicos y los responsables de los organismos de socorro.
¿Qué capítulo te perdiste?
Los días del juicio final (en la actualidad)
No, no es cuestión de ningún dios (la minúscula es adrede). Mañana y pasado mañana la Corte Internacional de Justicia (CIJ) va a «celebrar audiencias» sobre la denuncia de Sudáfrica contra el IV Reich sionista por genocidio en Gaza. Estos dos días van a ser determinantes pasa saber cuál es el rango moral y su grado de putrefacción de todo el entramado internacional hegemonizado por Occidente. Ese de su orden y sus reglas, de sus valores y de su moralidad (ironía y sarcasmo).
Son 84 páginas, que se resumen en:
- Matar a palestinos en Gaza, incluida una gran proporción de mujeres y niños (aproximadamente el 70%) de las más de 21.110 muertes y algunos parecen haber sido sometidos a ejecución sumaria.
- Causar graves daños físicos y mentales a los palestinos en Gaza, incluidas mutilaciones, traumas psicológicos y tratos inhumanos y degradantes.
- Provocar la evacuación forzada y el desplazamiento de alrededor del 85% de los palestinos en Gaza, incluidos niños, ancianos, enfermos y heridos. Israel también está provocando la destrucción masiva de hogares, aldeas, ciudades, campos de refugiados y zonas enteras palestinas, lo que impide el regreso de una proporción importante del pueblo palestino a sus hogares.
- Causar hambre, inanición y deshidratación generalizadas a los palestinos asediados en Gaza al impedir una asistencia humanitaria suficiente, cortar suficientes alimentos, agua, combustible y electricidad, y destruir panaderías, molinos, tierras agrícolas y otros medios de producción y sustento.
- No proporcionar o restringir el suministro de ropa, alojamiento, higiene y saneamiento adecuados a los palestinos en Gaza, incluidos 1’9 millones de desplazados internos. Esto los ha obligado a vivir en situaciones peligrosas de miseria, junto con ataques y destrucción rutinarios de lugares de refugio y asesinatos y heridas a las personas que los albergan, incluidos mujeres, niños, ancianos y discapacitados.
- No proporcionar o garantizar la prestación de atención médica a los palestinos en Gaza, incluidas aquellas necesidades médicas creadas por otros actos genocidas que están causando graves daños corporales. Esto se está produciendo mediante ataques directos a hospitales, ambulancias y otras instalaciones sanitarias palestinas, el asesinato de médicos y enfermeras palestinos (incluidos los médicos más cualificados de Gaza) y la destrucción e inutilización del sistema médico de Gaza.
- Destruir la vida palestina en Gaza, destruyendo su infraestructura, escuelas, universidades, tribunales, edificios públicos, registros públicos, bibliotecas, tiendas, iglesias, mezquitas, carreteras, servicios públicos y otras instalaciones necesarias para sostener la vida de los palestinos como grupo. Israel está matando a familias enteras, borrando historias orales enteras y matando a miembros prominentes y distinguidos de la sociedad.
- Imponer medidas destinadas a impedir los nacimientos de palestinos en Gaza, incluso mediante la violencia reproductiva infligida a mujeres, recién nacidos, bebés y niños palestinos.
Van a ser los días del juicio final para Occidente. La poca credibilidad que le queda estará vinculada a lo que aquí se diga, dada la inacción palpable de la Corte Penal Internacional (os recuerdo que la acusación contra Putin como «criminal de guerra» se hizo de oficio), aunque países como Bangladés, Bolivia, Comoras, Sudáfrica y Yibuti han pedido formalmente a esta institución que lo investigue. El IV Reich sionista tiene el apoyo de Occidente porque estos neocolonialistas tienen casi tanto que temer de un veredicto contra Israel como el propio Israel (el IV Reich sionista). Han respaldado firmemente el genocidio, los asesinatos, y países como EEUU y Gran Bretaña han enviado armas al IV Reich sionista, lo que los convierte en cómplices de derecho, no solo de hecho.
Dada la complejidad política que supondría, para Occidente, una condena o siquiera una consideración de la demanda por genocidio, la presión diplomática y política sobre la CIJ es evidente, sobre todo si se tiene en cuenta de dónde son los jueces: Alemania, Australia, Brasil, China, Eslovaquia, Estados Unidos, Francia, India, Jamaica, Japón, Líbano, Marruecos, Somalia, Rusia y Uganda. Aparentemente hay mayoría no occidental, pero ahí es donde está la presión, pese a que su composición es producto de una votación de la Asamblea General de la ONU ratificada por el Consejo de Seguridad. Desde luego, ningún juez occidental votará en contra del IV Reich sionista.
El objetivo estratégico es que no se acepte la demanda. Eso sería un triunfo evidente para el IV Reich sionista y para Occidente. Pero lo más perentorio es que no se ordene ninguna medida provisional si se hace, como el cese de los ataques. Este es el quid de la cuestión y el por qué ahora el IV Reich sionista dice que retira algunas tropas y que continuará con su agresión de otra manera.
Lo que ha hecho Sudáfrica (cuya denuncia ha sido respaldada por Bolivia, Jordania, Malasia, Maldivas, Nicaragua, Turquía, Venezuela y la Organización de Cooperación Islámica, junto a más de 800 organizaciones de todo el mundo, entre ellas la Coalición Internacional para exigir el fin del genocidio en Palestina) es poner a Occidente en un brete y, sobre todo, tratar de impedir que se aniquile al pueblo palestino de Gaza antes de que sea demasiado tarde. Y eso va a salpicar a Occidente, quiera o no. Porque si hubiese, si hubiese, alguna decisión en el sentido que dicta el sentido común (algo que no hay en Occidente) no será solo el IV Reich sionista quien esté en dificultades legales, que le da lo mismo, sino el muy «democrático» Occidente porque tendría que dejar de armar al IV Reich y hacer algo a lo que no está acostumbrado: no cumplir algo como esto supondría que ya no hay ninguna cortina para considerar a Occidente como «democrático» porque sería, formalmente, «cómplice de genocidio».
El IV Reich es demasiado importante para Occidente. Y la imagen «democrática» es demasiado importante para Occidente. Ni uno ni otra tienen que ser cuestionadas.
Pero hay peros. Alemania, Canadá, Dinamarca, Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos presentaron en 2020 una demanda contra Mynamnar por genocidio contra los rohinyá diciendo que «están sometidos a una dieta de subsistencia, a una expulsión sistemática de sus hogares y a la prestación de servicios médicos esenciales por debajo del mínimo requerido”. Y la CIJ la aceptó. ¡Guau, una pizca de lo que está pasando en Gaza! Pero aquí callan los perros occidentales cuando es con el apoyo del amo cuando se comete el crimen. Perros «democráticos», eso sí.
Occidente lleva mucho tiempo violando el derecho internacional (Irak, Yugoslavia, otra vez Irak, Afganistán, Libia, Siria, Cisjordania, Gaza…), y lo ha hecho con impunidad absoluta porque controla todos los instrumentos, pero ahora está en la fase final, viendo cómo desaparece su hegemonía. Por eso estos dos días son los del juicio final. Lo que aquí ocurra será determinante para saber el grado de putrefacción que hay en Occidente, lo que se ve ya, o más.
Fuentes:
– Extracto del libro La des-educación de Noam Chomsky
– Post del blog El territorio del Lince